En casi todas las culturas algún tipo de música ha servido para el entretenimiento: En el caso de la Edad Media, la mayoría de la población era analfabeta y, por lo tanto, no existía la literatura escrita como entretenimiento, de esta manera, desde reyes hasta siervos se divertían con los juglares, personas que se dedicaban a distraer a la gente... Los juglares fueron los transmisores del tesoro cultural constituido por la herencia popular pagana; eran mediadores entre el arte y el pueblo.
Con la creación de la imprenta, a partir de 1500 se hizo posible una más amplia difusión, por medio de la venta y circulación de la música impresa; las partituras pasaron a manos del pueblo.
Cuando en 1877 el americano Thomas Alva Edison creó el fonógrafo, la música se hizo aún más accesible, se logró que los consumidores ya no necesitaran tener conocimientos musicales para poder disfrutar de ella.
En 1920 y 1940, respectivamente, la radio y la televisión permitieron la emisión a los hogares de música en directo o grabada.
En su auge, los textos de las canciones empezaron a reflejar los temas fundamentales de la sociedad como la esperanza, la desesperación, el humor, la frustración, la nostalgia y el amor; los estilos de la música popular sirvieron como portadores de valores culturales y como signos de identidad.
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